Disfluencia / Tartamudez

La disfemia es un síndrome clínico caracterizado por disfluencias anormales y persistentes del habla, acompañadas por peculiares patrones conductuales, cognitivos y afectivos.

El paciente sabe exactamente lo que va a decir, pero es incapaz de decirlo con normal fluidez por causa de involuntarias repeticiones, prolongaciones o interrupciones en los movimientos productores del habla y, consecuentemente, en el flujo sonoro verbal”. (J. SANGORRÍN, 2005)
Pero podemos complementarla con otras definiciones como: La disfemia o tartamudez es un trastorno del habla caracterizado por repeticiones o bloqueos que acarrean una ruptura del ritmo y de la melodía del discurso. Comienza, de modo característico, entre el segundo y cuarto año de vida, aunque se suele confundir con las dificultades propias de la edad a la hora de hablar. Al final, solo uno de cada 20 niños acaba tartamudeando y muchos de ellos superan el trastorno en la adolescencia. (Marta Martínez Solís, 2015)

Tipos de Disfluencias

Aproximadamente un tercio de la población de niños entre los 2,5 y 5 años pasan por un periodo de tartamudeo. En la gran mayoría la tartamudez remitirá sin dejar ningún tipo de huella. A este periodo se le ha venido a llamar “tartamudez fisiológica” o “tartamudez evolutiva”. No hay un acuerdo entre los autores acerca de la naturaleza y significación de este periodo. Para algunos, este periodo transitorio de tartamudeo no tiene que ver con la tartamudez crónica de edades posteriores. Para otros, la sintomatología evidente del tartamudeo denota que se trata del mismo problema aunque no evolucione en todos los casos de la misma manera. Un porcentaje amplio de ese tercio de niños (aproximadamente entre el 75% y el 85%) que manifiesta un brote de tartamudez deja de tartamudear espontáneamente en un periodo no superior a los catorce meses. Algunos pueden hacerlo en pocas semanas. En los casos más leves se puede hacer un diagnóstico diferencial certero basándose en los síntomas. En esas ocasiones se puede determinar claramente que estamos ante un caso benigno cuya sintomatología desaparecerá en un periodo muy breve de tiempo. En el caso contrario no es posible determinar con absoluta seguridad un pronóstico acerca de la cronificación del problema o de su desaparición. Ante esta situación el especialista debiera realizar un consejo familiar. Casi ningún autor recomienda realizar ningún tipo de intervención (psicológica o fonoaudiológico) destinada a mejorar la fluencia.

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